
El CipitÃo fue maldecido a quedarse como un cipote para siempre, aunque pasaran los siglos. Cuentan que hace algunos años, cuando nuestros abuelos eran jóvenes era mas común encontrar las huellas de un niño en las cenizas de la leña del horno, cualquiera pudiera pensar que es una travesura, pero… quizá no lo sea, a el CipitÃo le encanta revolcarse entre la ceniza, y comer mucho de ella.
El CipitÃo se caracteriza por se pequeño y también barrigón, tiene un enorme sombrero en su cabeza y se cuenta que sus pies son al revés, por eso cuando intentan seguirlo se pierden en sus huellas.
El CipitÃo es un personaje inofensivo, que no hace daño pero que si molesta con sus bromas y sus risas burlonas. Su espÃritu es burlón, se esconde en los matorrales a las orillas de los rÃos y quebradas para esperar a las muchachas bonitas que llegan a lavar o bañarse ahÃ. Cuando las ve, les dice unos piropos y les tira florcitas y piedritas, pero ellas no lo pueden ver.
Cuentan que cuando el CipitÃo persigue a una muchacha es difÃcil que se aleje, la solución para alejarlo es que la muchacha coma dentro de un inodoro, sentada en la tasa. Esto es porque el CipitÃo odia los malos hábitos y por lo tanto se aleja rápidamente.
El CipitÃo es un personaje de la mitologÃa Salvadoreña, su leyenda ha ido contándose de generación en generación, y a pesar de que aveces se le agregan algunos detalles más, la esencia de la leyenda sigue siendo la misma.